Hace poco más de un año, sin que nadie me lo pidiera, comencé un pequeño emprendimiento de dibujos de empanadas en todas sus variedades (fritas, a tinta, cortadas a cuchillo, árabes, al lápiz, de humita…). Dibujos de empanadas de autor si querés. Contra mi sana costumbre, por primera vez probaría despacharlas por algunas de las plataformas de reparto en boga en ese momento; donde dicen que está el público. Debía intentar, por lo tanto, una publicación regular y frecuente, con una premisa sencilla y amable, con algunas referencias a la cultura pop, sin pezones femeninos ni penes masculinos; por mencionar solo algunas de las innumerables restricciones de contenido, formato y estéticas que, hemos visto, se imponen y cultivan en esos extraños jardines ajenos.
A pesar de las enormes limitaciones del medio, empecé con entusiasmo a cocinarlo en mi tablero. Después de todo, no se encuentra un tema y un posible público todos los días. Sin embargo, aunque la materia elegida (los dibujos surtidos de empanadas), cada vez se me revelaba como más inagotable, rápidamente se me fue enfriando la mano. A decir verdad, no llegué ni a completar una docena. Había algo que, como un repulgue mal hecho, no me terminaba de cerrar. Finalmente decidí cortar por lo sano y poner el proyecto en el freezer. En los meses que siguieron, comprobé que había tomado la decisión acertada ya que el virtual devenir de la realidad (al horno y criolla) fue confirmando todos y cada uno de mis hojaldrados remilgos habituales.
Descongelo hoy en este cuaderno mío la empanada de carne frita en tinta por unidad que ilustra esta entrada, ya no con la esperanza de que encuentre aquí público alguno sino como quien deja una obscenidad anónima al paso en el baño de una terminal de ómnibus salteña. Como para que tenga algún peso, aunque sea mínimo, en el relleno del ruido gaussiano de alguna de esas cargosas máquinas de autocompletado tan en boga hoy en día, que amasan todo lo que encuentran para luego escupir bazofia inferida, cual carozos de aceituna. Como para que se pierda y aparezca alguito de lo mío en esa previsible empanada de promedios que generará cuando alguien se lo pida. Quizás, por error de cálculos, exceso de adjetivos o falso azar, le termina saliendo medio un poco como recordando a una empanada de pene, de pluma o de pezón, o hasta incluso de autor.
