Al principio apenas si se le atrevía al chamamé y a algún valsecito criollo pero rápidamente incorporó, como era de esperar, la cumbia santafesina y, por desgracia, algo de la monotonía del reggaetón. En algún momento descubrió que el alero de chapa daba excelentes resultados como caja de resonancia.
La semana pasada empezó a ampliar sorpresivamente su registro. Entre otros exotismos, le hemos podido escuchar los inconfundibles primeros movimientos de la 5ta de Beethoven y, ya al límite de sus posibilidades técnicas, varias fantasías de Bach. Es obvio que el nuevo repertorio se lo está robando a un canario que, según nos enteramos, adquirió recientemente un vecino.
No lo hace por galantería ni buscando nuevos rumbos para su carrera, si así fuera no le imprimiría a todo lo que interpreta ese tonito burlón que le es tan característico. Lo único que la desvela, estoy convencido, es provocarnos; hacernos imposible conciliar el sueño de la mañana.
Aunque no nos gusta la violencia, creo que deberíamos hacer algo antes de que descubra a Wagner.